Yo no le deseo el mal a nadie. sólo quiero que mi negocio prospere
Una vez en un pequeño pueblo llamado Risas Mortales, dos amigos, Pedro y Juan, decidieron emprender un negocio juntos. Para sorpresa de todos, el negocio que eligieron fue nada menos que una funeraria. Sin embargo, estos dos amigos tenían un sentido del humor negro y una habilidad especial para encontrar la risa incluso en los momentos más sombríos.
Desde el primer día, Pedro y Juan se propusieron hacer de su funeraria un lugar único y diferente. No querían que fuera un ambiente triste y deprimente, sino un lugar donde la gente pudiera recordar a sus seres queridos con una sonrisa en lugar de lágrimas.
Decidieron organizar funerales temáticos para darle un toque divertido a cada ceremonia. Uno de los primeros funerales que realizaron fue para un amante del cine, por lo que transformaron la sala de velación en un cine improvisado. Proyectaron la película favorita del difunto, y todos los asistentes recibieron palomitas de maíz mientras recordaban al fallecido entre risas y lágrimas de felicidad.
La noticia de los peculiares funerales de Pedro y Juan se extendió rápidamente por el pueblo, y la gente comenzó a acudir a ellos para organizar los servicios fúnebres de sus seres queridos. Estos dos amigos estaban encantados de ayudar a las personas a celebrar la vida y a recordar a sus seres queridos de una manera única y humorística.
Una vez, un hombre llamado Don Antonio se acercó a la funeraria en busca de una opción divertida para su madre, quien siempre había sido una persona alegre y llena de energía. Pedro y Juan se tomaron muy en serio la tarea de honrar la personalidad de la difunta, así que organizaron un funeral al estilo de un carnaval.
La sala de velación se convirtió en una colorida feria, con puestos de juegos y payasos animando a los asistentes. En lugar de lágrimas, las risas llenaron el lugar mientras la gente compartía anécdotas graciosas sobre la vida de la fallecida. Incluso hubo un desfile con malabaristas y acróbatas que dejaron a todos con la boca abierta.
En otra ocasión, una señora llamada Doña Carmen, que siempre había sido una amante de los animales, falleció. Pedro y Juan decidieron organizar un funeral temático de safari. Transformaron la sala de velación en una selva, con plantas exóticas, peluches de animales y sonidos de la naturaleza de fondo. Incluso trajeron a un actor disfrazado de león para despedir a la difunta con un rugido final.
A medida que pasaba el tiempo, Pedro y Juan se hicieron famosos por sus peculiares funerales y la gente acudía a ellos no solo para organizar servicios fúnebres, sino también para divertirse en medio de la tristeza. Su negocio prosperó y se convirtieron en los reyes del humor negro del pueblo.
La diversión y el humor que Pedro y Juan aportaron a los funerales en Risas Mortales demostraron que incluso en los momentos más difíciles, el poder de la risa puede traer consuelo y alegría.