Yo en el velorio… hola, ¿todo bien?
En un tranquilo pueblo llamado Villa Risueña, se celebraba el funeral de la Sra. Matilda, una respetada y querida residente de la comunidad. Todos los asistentes estaban sumidos en un ambiente de tristeza y respeto, hasta que una pregunta inesperada desencadenó una serie de situaciones cómicas.
Era un día soleado y cálido, pero el calor palidecía en comparación con la tensión que se sentía en el aire. La familia de la difunta se encontraba en el frente de la sala, rodeada de amigos y vecinos que venían a darle el último adiós a la Sra. Matilda. Todo estaba en silencio hasta que un joven despistado, llamémoslo Johnny, se acercó a la familia con una sonrisa despreocupada y preguntó: “¿Todo bien?”.
La pregunta, aunque inocente, fue recibida con miradas de incredulidad y confusión. La familia de la difunta se miró entre sí, sin saber cómo responder. La tensión aumentaba, pero luego, alguien dejó escapar una risa nerviosa, seguida por una ola de risas contenidas. Parecía que la tensión se había liberado por un momento y el funeral se volvió extrañamente cómico.
Sin embargo, las risas no pararon allí. Uno por uno, los amigos y vecinos comenzaron a compartir anécdotas graciosas y recuerdos divertidos de la Sra. Matilda. El ambiente de tristeza se transformó en una celebración de su vida llena de risas y sonrisas. Parecía que el espíritu alegre de la difunta se había apoderado del lugar.
Pero la pregunta de Johnny continuaba resonando en los oídos de los presentes. Pronto, se convirtió en un chiste recurrente en el funeral. Cada vez que alguien tropezaba o se le caía algo, se escuchaba una risa seguida de un susurro: “¿Todo bien?”. Incluso el pastor que oficiaba el servicio no pudo contener la risa cuando pronunció esas palabras mientras daba su discurso.
El caos cómico llegó a su punto culminante cuando una paloma decidió hacer su entrada triunfal volando por la sala. Todos se dispersaron, tratando de evitar el ataque de la inoportuna ave. Los sombreros volaban por el aire, las personas gritaban y corrían en todas direcciones. La paloma, aparentemente ajena a la confusión que había causado, se posó en un rincón como si estuviera disfrutando el espectáculo.
Finalmente, después de varios minutos de caos desenfrenado, la calma regresó al funeral. La paloma voló hacia la salida y todos volvieron a sus asientos, riendo y compartiendo miradas de complicidad. La pregunta “¿Todo bien?” había convertido un funeral en un verdadero espectáculo cómico.