Un poco de ruido para el velorio
En el pintoresco pueblo de Villa Algarabía, la comunidad estaba emocionada ante la llegada del famoso cantante Ricky Estruendo para dar un concierto. Sin embargo, los planes tomaron un giro inesperado cuando Ricky sufrió un accidente y lamentablemente falleció. La tristeza se apoderó del pueblo, pero en medio de la pena, surgió una idea descabellada para rendirle un último homenaje al querido cantante.
El alcalde, conocido por sus ideas extravagantes, propuso la construcción de un ataúd muy especial para Ricky: uno que fuera una mezcla de instrumento musical y altavoz gigante. La idea era honrar su pasión por la música y asegurarse de que su voz resonara en el pueblo por última vez. Y así, comenzó la construcción del “ataúd parlante”.
El día del funeral llegó y el pueblo entero se congregó en el cementerio. Todos esperaban ver el resultado de esta idea tan extravagante. El ataúd fue colocado en el centro, rodeado de flores y luces brillantes. Los asistentes estaban curiosos y emocionados por ver cómo funcionaría.
Cuando llegó el momento de dar inicio al servicio, la música comenzó a sonar. Pero en lugar de los cánticos serenos y solemnes que se esperaban en un funeral, el sonido que salió del ataúd fue ensordecedor. La voz de Ricky Estruendo resonaba a todo volumen, haciendo temblar el suelo y causando un caos general.
La gente no sabía si debían reír o llorar ante la situación tan peculiar. Los cantos alegres y movidos del fallecido cantante llenaban el aire, mientras los asistentes luchaban por mantener el equilibrio debido al ruido ensordecedor.
Los dolientes, entre risas y asombro, comenzaron a bailar al ritmo de la música, convirtiendo el funeral en una verdadera fiesta. Las lágrimas se convirtieron en sonrisas y la tristeza se transformó en una extraña alegría compartida. Incluso los más reservados no pudieron evitar dejarse llevar por la energía contagiosa que emanaba del ataúd parlante.
La situación se salió de control cuando algunos invitados comenzaron a cantar junto con Ricky Estruendo, creando una cacofonía de voces desafinadas. La escena era surrealista: personas bailando, cantando y riendo en medio de un funeral que se había convertido en un verdadero concierto.
Aunque el funeral de Ricky Estruendo no fue lo que nadie esperaba, el pueblo de Villa Algarabía encontró consuelo y alegría en esa celebración ruidosa y poco convencional. Ricky, a pesar de su partida, logró alegrar los corazones de todos una vez más.
Desde entonces, el “ataúd parlante” se convirtió en un objeto de culto en el pueblo. Aunque se decidió no utilizarlo nuevamente en otros funerales, se exhibió en un museo local, recordando ese día memorable en el que la música y la risa se fusionaron en un inolvidable homenaje al querido cantante.