Cuando te mandan a la bodega de ataudes a ver si hay un ataúd en especial
La risa nerviosa que hizo temblar la funeraria: un encuentro fantasmal lleno de hilaridad
En una tranquila noche de luna llena, en la funeraria “La Última Carcajada”, un grupo de empleados se encontraba realizando las tareas habituales en la bodega. La oscuridad reinaba en el lugar, mientras el suave eco de los suspiros y susurros de los difuntos llenaba el ambiente. Pero esta noche, algo inesperado estaba a punto de suceder.
Juan, un joven empleado con una risa nerviosa extremadamente contagiosa, estaba compartiendo historias de miedo con sus compañeros. A medida que las historias se volvían más escalofriantes, la tensión comenzaba a apoderarse de la bodega. Fue entonces cuando, en medio del relato de un antiguo fantasma que supuestamente habitaba la funeraria, una sombra se movió en una esquina.
La sombra tomó forma poco a poco, revelando la figura de un hombre de aspecto antiguo y tenebroso. Los empleados, petrificados por el miedo, no podían creer lo que veían. Sin embargo, la risa nerviosa de Juan rompió el silencio. Su risa se volvió cada vez más intensa y contagiosa, y pronto todos los demás se unieron a ella, sin saber si reír o llorar.
El fantasma, sorprendido por la inesperada reacción de los empleados, comenzó a moverse de manera extraña. Saltaba de un lado a otro, haciendo gestos cómicos y haciendo muecas espeluznantes. La risa llenaba la bodega, mezclada con los sonidos de los ataúdes rechinando y los murmullos de los difuntos.
La hilaridad se extendió como un reguero de pólvora. Incluso los más temerosos y supersticiosos no pudieron resistirse a la risa contagiosa. El fantasma, aparentemente disfrutando de la atención y el caos, continuó realizando sus travesuras, haciendo que los empleados se doblaran de risa.
El tumulto y el bullicio llegaron a oídos del Sr. González, el dueño de la funeraria, quien rápidamente acudió a la bodega. Al entrar, se encontró con una escena surrealista: empleados riendo a carcajadas mientras el fantasma se movía en medio de ellos. Desconcertado pero incapaz de resistirse a la risa, el Sr. González se unió al alboroto, perdiendo toda compostura.
La noticia de la risa contagiosa y el encuentro fantasmal se extendió por toda la funeraria. Los familiares que estaban velando a sus seres queridos se vieron arrastrados por la risa desenfrenada y, sin saber por qué, comenzaron a compartir anécdotas divertidas y recuerdos cómicos de los difuntos.
La situación alcanzó su clímax cuando el fantasma, agotado de tanto reír y de realizar sus acrobacias sobrenaturales, desapareció en un destello de luz.