Cuando estás en la 15 hora de turno en la funeraria y entra una llamada
En un día soleado y caluroso, en medio de un caótico centro de atención telefónica, se encontraba Jorge, un hombre con una paciencia de oro y una resistencia a prueba de bombas. Jorge llevaba trabajando un turno de 15 horas seguidas, respondiendo llamadas sin parar y resolviendo problemas de los clientes.
La fatiga y el estrés comenzaban a pasar factura a Jorge. Sus ojos estaban rojos como tomates y su cabello parecía tener vida propia, apuntando en todas direcciones. Su uniforme estaba arrugado y manchado de café, como si hubiera pasado por un tornado de cafeína.
En medio del caos, sonó el teléfono y Jorge lo levantó con un suspiro. “¿Diga?”, dijo con voz cansada. Del otro lado de la línea, una voz chillona y estridente comenzó a hablar sin cesar. Era una señora que se quejaba de que su tostadora no hacía tostadas lo suficientemente crujientes. Jorge trató de explicarle que él trabajaba en un centro de atención telefónica y que no podía solucionar problemas de electrodomésticos, pero la señora no parecía escuchar.
La llamada se prolongó durante lo que pareció una eternidad. La señora seguía quejándose y Jorge sentía que su cordura estaba al borde del abismo. Comenzó a sudar profusamente y su expresión facial se distorsionó como si estuviera en una película de comedia surrealista.
De repente, algo dentro de Jorge se rompió. Dejó escapar una carcajada histérica y comenzó a reír sin control. La señora al otro lado de la línea se quedó en silencio, atónita ante la risa desquiciada de Jorge. La risa se mezclaba con sollozos y susurros incoherentes mientras la locura se apoderaba de él.
En la oficina, todos miraban a Jorge con asombro y preocupación. Algunos intentaron calmarlo, otros simplemente se alejaron lentamente como si hubieran visto a un extraterrestre. Mientras tanto, Jorge se reía y se tambaleaba por la sala, hablando con objetos inanimados y jugando al escondite con las plantas de la oficina.
La gerente, desesperada por controlar la situación, llamó a un especialista en salud mental. Cuando llegó, se encontró con un escenario que parecía sacado de una película de comedia absurda. Jorge estaba sentado en el suelo, con un sombrero de papel en la cabeza y jugando a las cartas con una fotocopiadora.
El especialista evaluó a Jorge y determinó que el estrés acumulado y la falta de descanso habían provocado un episodio de locura temporal. Recomendó que Jorge tomara un descanso prolongado y se sometiera a terapia para recuperarse completamente.