¿Cómo te va trabajando de noche?
En un oscuro rincón de la ciudad, había una funeraria que se rumoreaba estar maldita. La gente evitaba pasar por esa zona durante la noche, y solo aquellos valientes (o insensatos) se aventuraban a trabajar allí. Uno de esos valientes era Juan, un hombre peculiar y amante de lo macabro.
Juan tenía una apariencia que recordaba a los monstruos de las películas antiguas: alto, delgado y con una tez pálida. Sus ojos eran grandes y expresivos, y su sonrisa siniestra asustaba a más de uno. Pero a pesar de su apariencia, Juan no le temía a trabajar en la funeraria durante la noche. De hecho, disfrutaba de la soledad y el ambiente misterioso que rodeaba ese lugar.
Una noche, en medio de una tormenta feroz, Juan estaba solo en la funeraria. Mientras preparaba el cuerpo de un difunto para el velatorio del día siguiente, escuchó un ruido extraño proveniente del sótano. Intrigado, decidió investigar.
Bajó por las escaleras con cautela, con su figura espigada y su mirada inquietante. Al llegar al sótano, descubrió algo sorprendente: una antigua máquina de cine en perfecto estado de funcionamiento. Juan no pudo resistirse a la tentación y decidió encenderla.
A medida que la pantalla cobraba vida, imágenes de películas clásicas de terror se proyectaban en la pared. Drácula, Frankenstein, el Hombre Lobo… todos los monstruos que tanto le gustaban a Juan. Su rostro se iluminó con una sonrisa malévola mientras se deleitaba con las escenas más aterradoras.
De repente, la puerta del sótano se cerró de golpe, dejando a Juan atrapado en la oscuridad. Pero lejos de asustarse, su sonrisa se amplió aún más. Aquella situación solo aumentaba su emoción.
Decidió jugar un juego con el destino. Se adentró en los pasillos oscuros de la funeraria, riendo y tarareando canciones de películas de terror. Cada vez que se cruzaba con su reflejo en un espejo, hacía gestos exagerados y contorsionaba su rostro de manera grotesca.
Los ruidos de sus propios pasos y el eco de su risa resonaban en el edificio, creando una atmósfera escalofriante. Pero para Juan, era como estar en su propia película de terror, donde él era el protagonista.
Finalmente, al amanecer, Juan salió de la funeraria con una sonrisa en su rostro. A lo lejos, se escuchaban las campanas de una iglesia anunciando el nuevo día. La gente que pasaba por la calle se detenía a mirarlo con asombro y temor.
Pero Juan simplemente se encogió de hombros y continuó su camino. Él sabía que su apariencia podía asustar a los demás, pero eso no le importaba. Había encontrado su lugar en el mundo, rodeado de oscuridad y misterio.