¿Al empeño o al panteón?
La señora Rosa, conocida por su falta de filtros y su lengua afilada, protagonizó un momento realmente hilarante.
La familia Gómez estaba reunida para despedir a su querido tío Manolo, un hombre a quien le gustaba lucir su ostentosa colección de cadenas de oro. Tío Manolo siempre llevaba consigo una variedad de cadenas brillantes, lo cual era motivo de conversación entre amigos y conocidos.
Mientras la familia y los amigos se encontraban en el velatorio, admirando el ataúd abierto con tío Manolo luciendo todas sus cadenas de oro, la señora Rosa, sin pensarlo dos veces, decidió lanzar una pregunta imprudente al aire. Miró a los presentes y exclamó: “¡Oigan, oigan! ¿Creen que deberíamos llevar a tío Manolo a la casa de empeño después de esto o simplemente dejarlo en la funeraria?”
Un silencio incómodo y perplejo se apoderó de la sala. Todos se miraban entre sí, tratando de procesar lo que acababan de escuchar. La señora Rosa se dio cuenta de la metida de pata que acababa de cometer y sus mejillas se encendieron de vergüenza.
La hija de tío Manolo, con una sonrisa forzada, se acercó a la señora Rosa y le susurró al oído: “Señora Rosa, esas cadenas son parte del atuendo de tío Manolo. No están destinadas a ser llevadas a una casa de empeño”. La señora Rosa, completamente avergonzada, se disculpó apresuradamente y trató de excusarse diciendo que fue solo una broma desafortunada.
Sin embargo, la situación no se quedó allí. El comentario inoportuno de la señora Rosa se propagó rápidamente entre los asistentes al funeral, y pronto la sala se llenó de risas y murmullos. Algunos incluso comenzaron a hacer chistes improvisados sobre llevar a tío Manolo a la casa de empeño después del funeral.
Aunque la familia Gómez inicialmente se sintió incómoda por la pregunta de la señora Rosa, terminaron tomándolo con humor y decidieron que tío Manolo hubiera encontrado hilarante la situación. Después de todo, él era conocido por su gran sentido del humor y su amor por las bromas.
Con el paso del tiempo, el incidente se convirtió en una anécdota divertida que se contaba en las reuniones familiares. La señora Rosa, aunque continuó siendo conocida por sus comentarios imprudentes, aprendió la lección y se volvió un poco más cautelosa al hablar en eventos sensibles.
El funeral de tío Manolo dejó una huella imborrable en Villa Esperanza, pero no por las razones esperadas. La historia de la pregunta imprudente de la señora Rosa se convirtió en una fuente de risas y alegría en medio de la tristeza, recordando a todos que incluso en los momentos más difíciles, el humor puede encontrar un lugar.