¡Ahora sí chalán de lujo!
En un pequeño pueblo llamado Risasol, había una antigua leyenda que circulaba entre los lugareños. Decían que los encargados de las funerarias eran inmunes a cualquier golpe en la cara, y que si alguien intentaba darles un puñetazo, su mano saldría lastimada en lugar de su rostro. Aunque parecía una historia exagerada, había un gracioso motivo detrás de esta creencia.
Todo comenzó con el señor Julio, un hombre torpe y despistado que trabajaba como encargado de una funeraria en Risasol. Julio era conocido por su mala suerte y sus innumerables accidentes. Siempre se tropezaba, se caía y se golpeaba, pero por alguna razón, su rostro permanecía intacto.
Un día, un grupo de jóvenes entusiastas, conocidos por sus travesuras, decidió poner a prueba la leyenda. Se acercaron a Julio, quien estaba ocupado organizando los preparativos para un funeral, y uno de ellos, llamado Pedro, se ofreció como voluntario para golpearlo en la cara. Todos esperaban una reacción asombrosa.
Pedro, lleno de confianza, levantó su puño y lo dirigió directamente hacia la cara de Julio. Sin embargo, en un giro inesperado, Pedro tropezó con su propia pierna y terminó golpeando el aire, cayendo de bruces al suelo. Todos los presentes estallaron en risas ante la graciosa escena.
Para sorpresa de todos, Julio no tenía ni un rasguño en su rostro. Se levantó del suelo y ayudó a Pedro a ponerse de pie, riendo a carcajadas junto con los demás. Desde ese día, la leyenda de que los encargados de las funerarias eran inmunes a los golpes en la cara se extendió por todo el pueblo.
La historia del intento fallido de Pedro se convirtió en un cuento popular que se contaba con frecuencia en Risasol. Los jóvenes del pueblo, llenos de risas y curiosidad, decidieron poner a prueba la teoría una y otra vez, pero todos sus intentos resultaron en caídas y tropezones graciosos.
A medida que pasaba el tiempo, los encargados de las funerarias en Risasol se convirtieron en objeto de bromas y desafíos. Las personas se acercaban a ellos con una sonrisa traviesa, levantaban sus puños y simulaban golpearlos en la cara, solo para terminar cayendo o tropezando de alguna manera cómica.
La leyenda se mantuvo fuerte durante generaciones, y los encargados de las funerarias en Risasol adoptaron una actitud humorística y relajada ante las situaciones. Aceptaron con gusto las bromas y las risas, sabiendo que no sufrirían daño físico alguno.
Incluso se creó una competencia anual llamada “El Desafío de las Caras Inmunes”, donde los jóvenes del pueblo intentaban golpear a los encargados de las funerarias sin éxito, provocando risas y diversión en cada intento.