Cuando veo llegar a una familia a la funeraria 5 minutos antes de terminar mi turno
Un empleado de una funeraria llamado Pepe, conocido por su falta de puntualidad y su constante afán por terminar el trabajo. Un día, justo cuando el reloj marcaba los últimos cinco minutos de su turno, una familia llegó apresurada a la funeraria.
La familia estaba visiblemente angustiada y buscaba urgentemente los servicios de la funeraria para organizar el funeral de su querido tío Carmelo. Pero, para su desgracia, Pepe tenía en mente una sola cosa: irse a casa lo antes posible. Sus ojos estaban fijos en el reloj, y cada segundo que pasaba le parecía una eternidad.
Los miembros de la familia, al darse cuenta de que Pepe estaba distraído y ansioso por irse, trataron de llamar su atención, pero él los ignoró por completo. No escuchó sus palabras de súplica y tampoco vio las miradas desesperadas en sus rostros.
Finalmente, cuando el reloj marcó el final de su turno, Pepe se levantó rápidamente de su escritorio y se dirigió hacia la puerta de salida. Sin siquiera voltear la mirada hacia la familia, murmuró un apresurado “lo siento, pero ya he terminado mi jornada laboral”.
La familia se quedó perpleja y en estado de shock. No podían creer lo que acababa de suceder. Estaban en un momento de dolor y necesidad, y Pepe los había dejado de lado sin ningún tipo de consideración. La ira y la frustración se apoderaron de ellos, y decidieron tomar cartas en el asunto.
Uno de los miembros de la familia, un tío de aspecto imponente llamado Don Ramón, decidió ir a hablar con el gerente de la funeraria y contarle lo sucedido. Le describió detalladamente la falta de profesionalismo y empatía que había mostrado Pepe en ese momento crucial.
El gerente, indignado por la actitud de Pepe, decidió tomar medidas drásticas. Al día siguiente, cuando Pepe llegó al trabajo, fue recibido con una cara de seriedad que no había visto antes. El gerente lo llamó a su despacho y le comunicó que había perdido su empleo debido a su negligencia y falta de respeto hacia los clientes.
Pepe quedó en estado de shock. Nunca se había imaginado que su falta de atención y su afán por irse a casa tan pronto le costarían su trabajo. La realidad de la situación golpeó su conciencia y se dio cuenta del error que había cometido.
A partir de ese momento, Pepe aprendió una valiosa lección sobre la importancia de la responsabilidad y el trato adecuado hacia los demás. Se prometió a sí mismo que nunca más dejaría que su afán por terminar el trabajo interfiriera con su deber de ayudar y brindar apoyo a aquellos que lo necesitaran.
Desde entonces, Pepe cambió su actitud por completo.